jueves, 26 de noviembre de 2009


Jung Yeon Yang (18):
“No paso desapercibida”
Coreana radicada en Chile habla de la diferencia cultural y el difícil proceso de inserción que tuvo que pasar.

Vivió hasta los diez años en Corea del Sur para venirse a Sudamérica junto con su familia en busca de mejores condiciones de vida. Primero llegaron a Paraguay en donde se dedicaron al comercio. Hoy se encuentra radicada en Chile. Estudia Química y Farmacia en la Pontificia Universidad Católica (PUC). Viste todos los días ropa de patronato, ya que sus padres tienen un local en aquella zona. Al ser inmigrantes, el tema del negocio les ha traído diversas complicaciones como familia. La inserción en el mercado chileno se les ha hecho difícil por los diversos monopolios que existen en él. Sin embargo, patronato es una opción viable para surgir y emprender. Jung declara que la propuesta de tener un local en el sector fue costosa y arriesgada, pero que finalmente valió la pena.

Muchos pueden decir que esta joven coreana tiene la suerte de poseer una vida llena de oportunidades como cualquier otra persona. Estudia, vive con su familia en Chile y encontró su destino luego de un largo caminar por el mundo. Carola, como es conocida por sus cercanos chilenos, sabe cómo afrontar las discriminaciones de raza; está acostumbrada a enfrentarse a constantes luchas por lograr lo que desea. Pese a esto, la costumbre y el reconocimiento social son factores que a veces le siguen jugando una mala pasada.

Cuando llegó a Chile, fue recibida por la comunidad de coreanos, quienes actúan bajo una directiva para lograr una organización y ayudar a sus compatriotas residentes en el país. Ésta está ubicada en Patronato, ya que es el sector comercial y fuente de trabajo de la mayoría de ellos. “En general las familias se concentran ahí, algunos trabajan como jefes, gerentes o funcionarios de empresas coreanas como Samsung, LG, Hyundai, Daewoo, entre otras”, comenta Jung. No son muchos los jóvenes coreanos en Chile, es por esto que todos se conocen entre ellos. Una vez por semana acuden a la Iglesia, se ven en fiestas o en Patronato mismo, lugar donde suelen reunirse.


En Chile existe una amplia diversidad racial, pero aún no es aceptada del todo. A la mayoría de los chilenos le falta mucha empatía. La ignorancia provoca que la gente no sepa que existen distintas culturas y etnias, no se acepta ni se respeta a personas de distinta procedencia. “No falta la persona que me molesta en la calle, pero trato de no darle importancia”, aclara. En la universidad se ha podido adaptar fácilmente. “A la Carola no le ha costado mucho integrarse, tiene mucha personalidad y no le importa lo que digan los demás”, manifiesta DuYoung Hwang, su novio. Tiene diversos amigos en su carrera. “Como soy coreana, no paso desapercibida en ningún momento, la gente es más abierta”, cuenta Jung.

El día a día de un coreano radicado en Chile se opone completamente a la vida que llevaba en Corea. En el oriente no hay días en los que se pase “relajado”, todos deben estar en constante movimiento, las personas deben trabajar o hacer algo para sobresalir. En el caso de los estudiantes, deben tratar de aprender algo más allá de lo que se entrega en los centros de estudios para ser aceptados socialmente. El “egoísmo” por tener y ser más que el otro es algo que los caracteriza.

Su país natal no comparte muchas similitudes con Chile. El idioma es uno de ellos: cambiar del español al Hangeul es muy difícil y diferente. “Aquí todos piensan que porque las letras son más simples el idioma es más fácil. Me lo tomé como un desafío personal, como un paso fundamental para mi inserción en América”, explica Jung. Lleva bastante tiempo practicando el español, hasta ha incorporado algunos modismos chilenos en su vocabulario. Otro factor que le acompleja es haber terminado enseñanza media en Paraguay, ya que el nivel de exigencia y educación es más bajo que en Chile. Durante su estadía en el país ha tenido que estudiar muchísimo para lograr estar al mismo nivel que los estudiantes chilenos.

La base de la educación en Corea proviene de la filosofía de influencia budista, “tenemos muy inculcado en nuestra vida el respeto a los mayores y ser benevolente con las personas”, afirma. La gran diferencia radica en que la cultura es aprendida dentro de la misma familia lo que no sucede generalmente en Chile. Es claro que en la cultura occidental se conocen esos valores, pero no siempre están interiorizados dentro de cada individuo.

En corea el ambiente físico es muy reducido. La población se concentra en la capital, dentro de la ciudad y se vive en departamentos, por lo tanto la infraestructura es de altura. Sin embargo, el metro, las calles y los buses están muy bien organizados, es fundamental que así sea para que haya un funcionamiento ordenado. Chile no es tan distinto en este aspecto, ya que existe una adecuada organización urbana que permite un buen transporte público. “Según sé, aquí también hay una sobrepoblación en la capital y también hay bastantes departamentos”, manifiesta Jung.

A pesar de que se encuentra muy lejos de su país natal, no ha perdido sus costumbres. Celebra el día de acción de gracias, le rinde culto a los llamados Chayre, conserva sus supersticiones y comidas típicas. “Existe una amplia variedad de comidas, éstas se pueden apreciar en los restaurantes coreanos en Patronato”.