Barrio Patronato:
La fuerza de una vejez oculta
A pesar de que este barrio se caracterice por albergar diferentes etnias y vender sus productos o ropa al por mayor, la tradición sigue estando presente y esto es con: Yolanda Zapateros. Es optimista y cree que trabajando arduamente, sin importar su edad, saldrá adelante junto a su hija.
El sol en el centro del Gran Santiago evidencia que en un par de días llegará la primavera. Calles repletas de transeúntes que anhelan encontrar la polera que estará de moda este verano es lo que se observa a simple vista. Pero no todo es ropa en Patronato. A lo lejos, se escucha una anciana delgada, de tez y ojos claros que grita “Lleve el rico pastel de choclo de la abuela, la mejor receta mijita”. Además se puede sentir una bocanada de fritura que envuelve a la clientela.
Cocina desde siempre. Lleva más de diez años haciendo el famoso “pastel de choclo de la abuela”. Así es Yolanda Zapateros (83), quien se ubica en su carro de comida al paso en la calle Patronato junto a su hija Rita Pérez (58). Ya lleva una década ahí. Nada la desliga de su afamada receta para hacer los mejores y más económicos calzones rotos del barrio. “Tenemos bastante clientela y siempre son los mismos”, manifiesta Rita. A pesar de su edad, tiene una muy buena salud, lo que le permite seguir disfrutando mientras mezcla el pino con la pasta de choclo.
Con un aire alemán, que se delata por sus enormes y pronunciados ojos celestes que brillan cuando mira al sol, Yolanda se siente orgullosa de las tareas que cumple a diario. Cree haber estudiado para ser mamá. Consolida su rol como protectora de su hija Rita y usando la fe y sus creencias, considera que mientras Dios le dé salud, seguirá siendo la Yolanda de hace 40 años. Un par de arrugas revelan que se trata de una mujer muy mayor, pero su vitalidad hace dudar a cualquiera.
Es carismática. Su forma de hablar expresa una simpatía y unas ganas de vivir la vida como si fuera su último día. Asegura que lo pasa bien trabajando, ya que la gente le entrega un cariño inigualable día a día. “Mi mamá tiene mucha autoridad aquí, todos la respetan”, comenta Rita. Mientras Yolanda explica cómo surgió la idea de su negocio, mueve su delgada mano derecha para saludar a una de sus clientas frecuentes. Mientras le pagan un plato comenta, “me da rabia que algunas personas que pasan arriscan la nariz y miran con cara de asco, siendo que quizás hacemos las cosas mejor que en sus propias casas”, declara un poco enojada.
Yolanda es una mujer muy fuerte. Ni siquiera se quiebra al recordar la muerte de su marido, sino que lo conmemora como el minuto en que tuvo que independizarse y dejar la botillería en la que trabajaba junto a él, por un negocio más femenino y adecuado a su edad. “Cuando se murió mi marido tuve que cerrarlo, ya que ese trabajo es de parejas, no podía seguir adelante sola porque las mujeres somos más delicadas”. Así es como explica el surgimiento de sus reconocidas y populares recetas. Toda su vida ha sido una mujer aficionada al trabajo.Comenzar de cero le fue muy complicado. Estaban mal económicamente tras enviudar, es por esto que tuvo que salir a la calle a trabajar. “No es fácil salir a la calle a trabajar, cuesta muchísimo porque da vergüenza, cuesta ofrecer la mercadería pero como es tanta la necesidad de surgir y ganar dinero que te vas soltando de a poquito”, cuenta Yolanda.
Sabe muy bien que el sentirse joven va de la mano con un tema de actitud. No le importa tener el pelo blanco, ni que le aparezcan manchas y arrugas en las manos y cara, que son para muchos símbolos de envejecimiento, pero para ella no lo son. Lo único que le preocupa es perder la fuerza para seguir trabajando y siendo la mamá de Rita y la abuelita de todos aquellos que disfrutan de un endulzado plato de pastel de choclo en plena calle Patronato.
La fuerza de una vejez oculta

A pesar de que este barrio se caracterice por albergar diferentes etnias y vender sus productos o ropa al por mayor, la tradición sigue estando presente y esto es con: Yolanda Zapateros. Es optimista y cree que trabajando arduamente, sin importar su edad, saldrá adelante junto a su hija.
El sol en el centro del Gran Santiago evidencia que en un par de días llegará la primavera. Calles repletas de transeúntes que anhelan encontrar la polera que estará de moda este verano es lo que se observa a simple vista. Pero no todo es ropa en Patronato. A lo lejos, se escucha una anciana delgada, de tez y ojos claros que grita “Lleve el rico pastel de choclo de la abuela, la mejor receta mijita”. Además se puede sentir una bocanada de fritura que envuelve a la clientela.
Cocina desde siempre. Lleva más de diez años haciendo el famoso “pastel de choclo de la abuela”. Así es Yolanda Zapateros (83), quien se ubica en su carro de comida al paso en la calle Patronato junto a su hija Rita Pérez (58). Ya lleva una década ahí. Nada la desliga de su afamada receta para hacer los mejores y más económicos calzones rotos del barrio. “Tenemos bastante clientela y siempre son los mismos”, manifiesta Rita. A pesar de su edad, tiene una muy buena salud, lo que le permite seguir disfrutando mientras mezcla el pino con la pasta de choclo.
Con un aire alemán, que se delata por sus enormes y pronunciados ojos celestes que brillan cuando mira al sol, Yolanda se siente orgullosa de las tareas que cumple a diario. Cree haber estudiado para ser mamá. Consolida su rol como protectora de su hija Rita y usando la fe y sus creencias, considera que mientras Dios le dé salud, seguirá siendo la Yolanda de hace 40 años. Un par de arrugas revelan que se trata de una mujer muy mayor, pero su vitalidad hace dudar a cualquiera.
Es carismática. Su forma de hablar expresa una simpatía y unas ganas de vivir la vida como si fuera su último día. Asegura que lo pasa bien trabajando, ya que la gente le entrega un cariño inigualable día a día. “Mi mamá tiene mucha autoridad aquí, todos la respetan”, comenta Rita. Mientras Yolanda explica cómo surgió la idea de su negocio, mueve su delgada mano derecha para saludar a una de sus clientas frecuentes. Mientras le pagan un plato comenta, “me da rabia que algunas personas que pasan arriscan la nariz y miran con cara de asco, siendo que quizás hacemos las cosas mejor que en sus propias casas”, declara un poco enojada.
Yolanda es una mujer muy fuerte. Ni siquiera se quiebra al recordar la muerte de su marido, sino que lo conmemora como el minuto en que tuvo que independizarse y dejar la botillería en la que trabajaba junto a él, por un negocio más femenino y adecuado a su edad. “Cuando se murió mi marido tuve que cerrarlo, ya que ese trabajo es de parejas, no podía seguir adelante sola porque las mujeres somos más delicadas”. Así es como explica el surgimiento de sus reconocidas y populares recetas. Toda su vida ha sido una mujer aficionada al trabajo.Comenzar de cero le fue muy complicado. Estaban mal económicamente tras enviudar, es por esto que tuvo que salir a la calle a trabajar. “No es fácil salir a la calle a trabajar, cuesta muchísimo porque da vergüenza, cuesta ofrecer la mercadería pero como es tanta la necesidad de surgir y ganar dinero que te vas soltando de a poquito”, cuenta Yolanda.
Sabe muy bien que el sentirse joven va de la mano con un tema de actitud. No le importa tener el pelo blanco, ni que le aparezcan manchas y arrugas en las manos y cara, que son para muchos símbolos de envejecimiento, pero para ella no lo son. Lo único que le preocupa es perder la fuerza para seguir trabajando y siendo la mamá de Rita y la abuelita de todos aquellos que disfrutan de un endulzado plato de pastel de choclo en plena calle Patronato.


